Prot. 005 /2025
Santiago 05 de marzo 2025
Estimados hermanos de nuestra familia mercedaria:
Hoy estamos iniciando la Cuaresma, nuevamente estamos llamados como creyentes a vivir un tiempo de gracia, un tiempo de especial relevancia que nos acerca al corazón del ser de Dios, pues al centro que nos orienta la cuaresma es a convertir el corazón y encontrarnos con la Misericordia de Dios.
Hoy en todas la comunidades cristianas estamos convocados a celebrar nuestra fe con la celebración litúrgica de las cenizas. No es solo la austeridad y sobriedad la que ha de caracterizar este día y tiempo cuaresmal, sino sobre todo el enfoque que la misma Palabra de Dios propicia y que sin duda estamos invitados a acoger en nuestro corazón. El profeta Joel con fuerza llama a orientar toda la vida al Señor “vuelvan a mi de todo corazón… desgarren su corazón y no sus vestiduras, y vuelvan al Señor, porque Él es bondadoso y compasivo, lento a la ira y rico en amor” (Joel 2, 12-18).
Que esa llamada de atención del profeta al pueblo de Israel, sea también hoy la invitación que se haga sentir con fuerza en nuestra vida. Aquella convocatoria que no podemos rechazar, sino con ánimo alegre y esperanzado acoger y responder: volver el corazón a Dios.
Ciertamente en cada uno de nosotros se pueden experimentar diversas situaciones, experiencias y que en más de una ocasión nos han apartado de Dios, nos hemos alejado de su presencia. Pues bien, que hoy el corazón nuestro se abra a esa experiencia que Dios propicia y realiza: convertirnos y vivir la gracia de su misericordia. Pidamos con fuerza que la gracia de Dios posibilite esa apertura; somos conscientes que solos no podemos, por lo mismo que nuestra oración personal, aquella que se hace en el espacio íntimo y a solas con Dios se oriente a lo que Dios quiere hacer en nosotros.
El evangelio proclamado hoy en la liturgia es claro y preciso “retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre” (Mt. 6,6). En ese sentido les invito a que esta cuaresma, orientada a prepararnos para celebrar la fiesta de la Resurrección sea ese tiempo de la intimidad con Dios, aquella sincera y honesta apertura del corazón que con esperanza se abre a la renovación, al cambio, al latir de un modo nuevo; dejemos – sin miedo o vergüenza – que el Espíritu de Dios haga en nosotros ese proceso en Él posible.
Hoy también se nos recuerda que somos “embajadores de Cristo, sus colaboradores” (2Cor. 5,20). Desde allí quisiera ahondar en una segunda perspectiva para esta cuaresma. Una primera, ya precisada en los párrafos anteriores, es que dejemos y nos demos espacio para estar con Dios, para la oración íntima con Él, para descubrir cómo Él va transformando nuestra vida con ternura y amor, con paciencia y respeto. Y vinculado a ello que nos abramos al corazón de Dios latiendo en los hermanos, en los más próximos. Una conversión sincera siempre es abierta y solícita con otros. Ante Dios nos hay “hijos únicos”, con Dios asumido y vivenciado como Padre somos todos hermanos. En ese sentido, que esta Cuaresma la podamos vivir con el sentido vertical hacia Dios, en la horizontalidad abierta hacia el hermano.

Que los esfuerzos de austeridad y privación penitencial que se pueda realizar en este tiempo no tenga un sentido superficial, ni mucho menos que enriquezca ese “neo-pelagianismo” que pretende comprender que nosotros mismos nos construimos la salvación. Todo lo contrario, todo esfuerzo que podamos hacer tenga esa orientación de mirada y acción para con el hermano, sobre todo con el más necesitado. Y con esto no sólo apunto a hacernos parte de la campaña eclesial de la “Cuaresma de fraternidad”, sino también y principalmente a vivir la entrega con el hermano en nuestro tiempo y dedicación. Dediquemos menos tiempo a las pantallas y redes sociales para transformarlo en tiempo de servicio y escucha al hermano que tiene rostro y necesidad de atención; que en los espacios de comunidad y familia sea el diálogo y atención el que prime; que el respeto cívico sea construido con nuestro aporte y contribución; que la alegría reine en el corazón de niños, jóvenes y adultos, pues el mejor aporte que podemos llevar a nuestro mundo actual es de ese júbilo de sabernos anclados en ese gozo y esperanza que Dios suscita y hace irradiar.
Queridos hermanos y hermanos de nuestra familia mercedaria: a mis hermanos religiosos y a los laicos que participan en cada una de nuestras comunidades les invito a peregrinar y vivir este tiempo que Dios nos regala como ese tiempo de esperanza que me involucra, me desafía, pero sobre todo me dispone a estar más con Él.
Que María Santísima, nuestra Madre de la Merced les proteja. A ella pedimos nos tome de su mano en este bello tiempo cuaresmal.
Fraternalmente en Cristo.
